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* ¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
* Al dirigirse a 300 mil feligreses que se reunieron en Ecatepec, el pontífice insistió en sus interrogantes al referirse a las tres tentaciones de Cristo


Desde el punto de vista católico las palabras del Papa sirvieron para recordar el sentido que tiene la cuaresma dentro de la iglesia. Foto Captura de video/UnoTV

Redacción | domingo 14 de febrero de 2016

Ecatepec de Morelos. Méx. El Papa Francisco dijo durante su homilía en este municipio que en la actualidad tenemos las mismas tentaciones que se le pusieron a Cristo y preguntó que “¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que, en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?”.

Al dirigirse al menos a los 300 mil feligreses que se reunieron en este municipio, de acuerdo con el número de boletos repartidos, el pontífice insistió durante su homilía en sus interrogantes al referirse a las tres tentaciones de Cristo: la riqueza, la vanidad y el orgullo.

Porque es tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

“¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?”

Desde el punto de vista católico las palabras del Papa sirvieron para recordar el sentido que tiene la cuaresma dentro de la iglesia. Desde el punto de vista de mensaje social el papa siguió insistiendo en que buscar la riqueza a costa de lo que sea corrompe a cualquier sociedad.

El obispo de Ecatepec, Oscar Roberto Domínguez Counttolec y el Sumo Pontífice. Foto Captura de video/UnoTV


Palabras de Francisco en la misa en Ecatepec

“El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios.

Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del padre, Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del padre mío y padrastro vuestro.

Cuaresma, tiempo de conversión, porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira -escuchamos en el Evangelio lo que hacía con Jesús- por aquel que busca separarnos, generando una familia dividida y enfrentada.

Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes tentaciones, dijo el Papa Francisco. Foto Tomada de UnoTV 

Una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro.

Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.

Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

Las tres tentaciones de Cristo.

Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados, tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.

Primera, la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o para los míos; es tener el pan a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida; esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento: en una familia o en una sociedad corrupta, ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos.

Segunda tentación, la vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que no son como uno; la búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la fama de los demás, y haciendo leña del árbol caído va dejando paso a la tercera tentación, la peor…

…la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la común vida de los mortales, y que reza todos los días: Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos.

Fueron 300 mil feligreses los que se reunieron en el espacio en que se ubicó el altar en terrenos de la desaparecida Sosa Texcoco. Foto Tomada de UnoTV 

Tres tentaciones de Cristo, tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.

Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio, que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.

Vale la pena que nos preguntemos:

¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?

¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?

¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?

Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia, sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Porque, hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar.

Hemos optado por Jesús y no por el demonio; queremos seguir sus huellas, pero sabemos que no es fácil; sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder.

Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros.

Es el Dios que tiene un nombre: misericordia, su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder.

Por la mañana, en el predio de El Caracol, en la colonia Las Américas, en Ecatepec. Foto: LEAR


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