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* Hacia la construcción de un nuevo pacto social

Carlos Monroy Hermosillo 

"Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán", proloquio antiguo 

Lunes 30 de noviembre de 2015

Toluca, Méx. Decía en mi artículo anterior que a mayor debilidad de las instituciones mayor corrupción e impunidad de nuestros gobernantes. Pero también es cierto que existe una sociedad civil debilitada por su atomización y dispersión donde cada uno lucha en su propio frente y sin unidad de acción: maestros, comunidades despojadas de terrenos y agua, normalistas, médicos, enfermeras, estudiantes universitarios; a lo que agregamos en el cuadro, a una izquierda incapaz de encabezar la inconformidad social, dedicada a cuidar sus propios intereses político-electorales, sumida en la cultura del fraude (que debe analizarse históricamente y desde un punto de vista sociológico), o participando a la cola del Estado con acuerdos cupulares tipo Pacto por México, que la han hundido en el desprestigio y la descomposición. ¡Vaya! ni siquiera como consumidores podemos organizarnos en defensa de nuestros propios bolsillos y poder adquisitivo. Resulta incongruente que apoyemos en campaña a nuestros dirigentes políticos, y luego nos lamentemos de darles nuestro voto para aprobar luego aumentos de precios a energéticos como el diesel, la gasolina o la electricidad. Por eso, me parece positivo saber que cuando menos Andrés Manuel López Obrador, organiza en Tabasco a miles de ciudadanos para demandar a la CFE por cobros excesivos de luz; o Cuauhtémoc Cárdenas, quien a través de "Por México Hoy", se compromete a organizar a la sociedad civil, fuera de la égida de los partidos políticos, por todas las regiones del país: a comuneros en defensa de sus tierras y aguas, las cuestiones de género que tienen que ver con feminicidios y trata de personas, asuntos relativos a la defensa de los derechos humanos, a la salud, la educación, la alimentación, etc. Nuestra democracia es un espejismo donde no se protege la libertad ni se impulsa la justicia social, y donde es una barbaridad pensar como lo dice el presidente Peña Nieto, que estamos destinados a ser una gran nación, pues su política interna no está inspirada en el interés nacional ni en nuestra historia y mucho menos en la Constitución General de la República. Convenzámonos de que en México el pacto social está roto, que no puede haber comunión entre pueblo y mal gobierno, que no son compatibles crecimiento y desarrollo económico con la pérdida de soberanía y el entreguismo político hacia los Estados Unidos e intereses del extranjero que se están apropiando de nuestra riqueza nacional y destruyendo el tejido social. Por eso la importancia del llamado no ya a una restauración constitucional, sino a un nuevo constituyente. Es conveniente revisar los ensayos de Porfirio Muñoz Ledo (entre otros), que hablan sobre la solución a nuestros problemas ante la "Ruptura que Viene" y "La Vía Radical", o la construcción de un nuevo Pacto Social. No podemos esperar la solución de nuestros problemas, iniquidades y agravios, a través de la acción de un ser superdotado o con poderes divinos. "Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán". Y así, Joaquín Fernández de Lizardi, el gran Pensador Mexicano, invita a la reflexión sobre la situación de una sociedad en una época determinada, en su caso, en los momentos de la insurgencia e independencia mexicana del siglo XIX, pero donde muchos de los problemas que detecta en su picaresca novela, "El Periquillo Sarniento", subsisten en el México de nuestros días, y a veces de manera muy intensa. El Periquillo narra el episodio de su viaje a Manila para pagar una sentencia de ocho años por su fechorías, donde conoce a un sabio, instruido y prudente coronel que como su amo le transmite la siguiente lección sobre el egoísmo de los hombres y la situación de México y América: "Hay pocos ricos que, como el egoísta, acumulan su dinero sin aprovecharlo para el bien de la nación, y muchos pobres que, con su trabajo honesto, deben mantener a los nobles y adinerados". El sabio militar abogaba por la clase media -ni pobre ni rica- como fuerza que puede garantizar el futuro económico y político de México y América.

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