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* ¡Mirad cómo vienen los conquistadores! ¡Tocad las trompetas, tocad los tambores! * La grotesca imagen de los traidores a la Patria y nuevos conquistadores  * "Como puercos hambrientos ansían el oro"

Carlos Monroy Hermosillo

Jueves 24 de septiembre de 2015

Retomo un párrafo que en días pasados Roberto Monroy (mi sobrino y premio estatal de periodismo en San Luis Potosí), escribió en su columna "¿Política Ficción?", en relación con la violencia: "Es innegable que el fenómeno de la socialización de la violencia es un componente fundamental para el entendimiento historiográfico del México contemporáneo. La agudización y profundización de las conductas criminales radicalizadas a gran escala han venido a redefinir el concepto de cotidianidad en muchos rincones del país, teniendo como consecuencia la construcción de nuevos paradigmas de interrelación entre los entes del Estado mexicano y por ende una apreciación más crítica –de algunos medios de comunicación y algunas agrupaciones de la ciudadanía- sobre el actuar gubernamental frente a coyunturas particulares, en este caso, la desaparición de estudiantes normalistas hace 50 semanas en Iguala, Guerrero..." Hoy por hoy toda manifestación de rebeldía e inconformidad ciudadana, es respondida por el régimen, el narco poder o narco Estado, a través de acciones violentas como la creación de delitos, criminalización de la protesta social, la cárcel, el despojo, el asesinato, o las desapariciones forzadas, sea en contra de autodefensas, estudiantes, maestros, campesinos, médicos, enfermeras o luchadores sociales y defensores de los Derechos Humanos. Antaño, como en la etapa de la conquista, la violencia fue despiadada, como en el caso del Tzompantli, una especie de ábaco gigante en el que cada travesaño se utilizaba como un sartal de cabezas humanas y de caballos; todo un rito guerrero azteca para la decapitación de los prisioneras de guerra, y cuyo antecedente lo vemos en Tula, primera ciudad mesoamericana en utilizar este macabro procedimiento. Pero en esa etapa de nuestra historia la violencia fue justificada como respuesta a las intenciones del conquistador español de sometimiento y esclavitud de los pueblos indígenas, de atentar contra su propia vida, su mundo, cultura y tradiciones. Hoy los crímenes son también brutales, sea vía el narco o la del crimen organizado en el gobierno, o una combinación de ambos. La violencia criminal se explica como una forma para sembrar el terror entre la población. La policía y el narco trabajan juntos. Dicen que dinero llama a dinero, como codicia llama a avaricia; por eso vivimos en un mundo hecho pedazos, en un México totalmente dividido y a punto del desquebrajamiento, o punto de inflexión donde todo puede suceder. El crimen organizado, dentro y fuera del gobierno, lucha por imponerse dominando en territorios y negocios con un capitalismo rapaz y feroz como aliado y en contubernios entre nacionales y extranjeros, haciendo a un lado valores éticos y morales o conceptos como el civismo y el amor a la Patria. Ya en nuestro pasado, también en la etapa de la conquista, se veía en toda su grotesca imagen la codicia de los conquistadores españoles, tal y como ahora puede verse entre la nueva generación de conquistadores extranjeros y los traidores a la Patria de nuestros días, como en los casos OHL, "casa blanca", la privatización de Pemex, CFE, el agua, etcétera; escenarios paradigmáticos de nuestro pasado y presente que se repiten. De esa maravillosa elegía que hiciera Don Miguel León Portilla en su "Visión de los Vencidos" (Relaciones indígenas de la conquista), retomo el pasaje sobre la reacción de los conquistadores al recibir el oro: "... les dieron a los españoles banderas de oro, banderas de pluma de quetzal, y collares de oro. Y cuando les hubieron dado esto, se les puso risueña la cara, se alegraron mucho, estaban deleitándose. Como si fueran monos levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba y se les iluminaba el corazón... Como que es cierto que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro". (En el texto náhuatl se expresa como pitzome o "puercos de la tierra". Cualquier semejanza con lo que hoy vemos los mexicanos todos los días, es mera coincidencia. ¡Que conste!

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