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“Ahora digo con toda claridad que, en efecto, sí estoy valorando seriamente participar en el proceso interno para la elección del Presidente Nacional del PAN. (…). A lo largo de mis casi 33 años de militancia siempre he creído que éste sería uno de los más grandes honores y responsabilidades que un miembro de AN puede tener en su vida.”

INFOGRAMA

Domingo 21 de junio de 2015

Margarita Zavala sorprendió el domingo pasado con el giro que dio al sentido de su participación política en Acción Nacional. No se le entenderá en el corto plazo. Declinó participar a la Presidencia del CEN – donde muchos la esperábamos -, pero anunció que aspira a la Presidencia de la República. Su apuesta es arriesgada en un sistema donde revelar tempraneramente el ejercicio de derechos políticos es aprovechado por competidores, adversarios o enemigos para enfocar las baterías de la descalificación. Por ahora lo que me resulta interesante de ese paso, es que abona a la transparencia que el Partido necesita de quienes aspiran al 2018, porque irrumpe en contra de los procesos de simulación. Otros también quieren y ya trabajan desde ahora en ese objetivo, pero no lo dicen. Las formas en que se embozan aspiraciones legítimas provocan distorsiones que luego rayan en la ilegalidad.

El mismo día, el Diputado Ricardo Anaya, confirmó su decisión de postularse a la Presidencia Nacional del PAN mediante un video en el que, presumiblemente, hacía un balance de la elección, sin la menor autocrítica. Al día siguiente, el lunes, realizó su primer acto de campaña: acudió a la Casa Puebla a fotografiarse con el Gobernador Rafael Moreno Valle, flanqueado por los gobernadores electos de Querétaro, Francisco Domínguez y Baja California Sur, Carlos Mendoza Davis y algunos senadores panistas. Se enviaba otro mensaje interesante: los que ejercen el poder en el Partido están con Anaya, el proceso interno será un mero trámite, el nuevo Jefe Nacional está decidido, no hay nada que hacer. Un acto que estaba preparado para darle la bienvenida a Margarita Zavala, por si le entraba.

Pero luego de que se bajó de la contienda interna la ex-primera dama y se quedaba sólo Ricardo Anaya, en horas, se acuñó “la candidatura de unidad”. Porque el consorcio político-económico que se ha venido formando durante la Presidencia de Gustavo Madero –sobre todo tras su reelecció– considera que las decisiones que ellos toman representan la unidad del Partido. Y por lo tanto el siguiente paso en la lógica del consorcio es: el que se atreva a participar lo que pretende es dividir, atenta contra la unidad del Partido, es un antropófago, se quiere comer a sus connaturales.

Pero la elección no está resuelta, al menos en la parte que tiene que ver con el convencimiento interno, que es clave para lograr la verdadera participación en la reconstrucción del PAN. Hay mucha molestia en el Partido; se asume la candidatura del Diputado Anaya como una absoluta continuidad en el fondo y forma del que y quienes han llevado al Partido a un desdibujamiento frente a la sociedad. No se le ve como un árbitro al servicio del Partido, sino como el mediador que escogieron el Gobernador Moreno Valle y el Presidente Madero para la disputa futura que entre las facciones del consorcio puede producirse en pos de la Presidencia de la República. No se cree que de ahí pueda surgir la renovación que necesita Acción Nacional y desatarlo de su acuerpamiento con el gobierno de Enrique Peña Nieto, que mantiene al Partido indiferente frente a la corrupción que enloda al Presidente y buena parte del gabinete; el contubernio que se da en no pocas entidades entre directivos locales y gobernadores corruptos. Así me lo han dicho muchas personas que en estos días me han buscado para pedirme que participe como candidato a la Presidencia del Partido. Sí, desde el domingo y en avalancha lunes y martes recibí mensajes para animarme a que me presente en la contienda. Esos días estuve en Colima en apoyo a la impugnación que Jorge Luis Preciado hizo de la fraudulenta elección para Gobernador realizada el pasado 7 de junio en esa entidad, por eso mismo no pude responder todas las llamadas y mensajes.

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En un chat en el que participo con ex compañeros senadores de la LVII legislatura, admití que la idea me ronda desde hace mucho tiempo y que me agrada esa posibilidad. Dije que lo estaba considerando. De pronto corrió esa versión y se vino una vorágine insospechada por mí. Ahora digo con toda claridad que, en efecto, sí estoy valorando seriamente participar en el proceso interno para la elección del Presidente Nacional del PAN.

Por primera vez, después de varias ocasiones en las que lo he considerado, estoy más decantado por emprender el esfuerzo. A lo largo de mis casi 33 años de militancia siempre he creído que éste sería uno de los más grandes honores y responsabilidades que un miembro de AN puede tener en su vida. Estoy haciendo consultas y conjuntando apoyos, y aún no he terminado de conversarlo con mi familia, tengo empezada una plática con mi esposa que aún no concluyo. Cinthia Aideé vive las angustias y presiones de mi batallador periplo por la política, y está tan o más decepcionada que yo de lo que pasa en el Partido. Hay varios panistas que creen que esto ya no tiene remedio, que quieren fundar otro partido o engrosar las filas del “independentismo”. Sin embargo, pienso que así como hay un panismo emergente y clientelar, también hay una mayoría de militantes que representan la reserva moral de PAN. Si ésta se logra mover, se puede enderezar el rumbo.

No está fácil, estoy consciente de la cuesta arriba, a la luz de la dinámica de grupos que hoy define en mucho la vida del Partido. Pero también conozco la fuerza de la militancia cuando se decide enfrentar la línea, oponerse a las cargadas, desafiar los cacicazgos.  Por eso propuse hace dos años la elección del Presidente del Partido por el voto directo de los militantes. A contrapelo de quienes hoy se adjudican esa reforma que no sólo resistieron sino quisieron detener, y una vez aprobada, burlar, rebajar.

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¿Por qué me animo en condiciones internas tan adversas? Porque me impulsa el deber moral que tenemos los que queremos a Acción Nacional, de rescatarlo y ponerlo de nueva cuenta al servicio de las personas. Porque veo en el difícil momento que vive el Partido, una especie de demolición ética y política, y no concibo que nos quedemos sentados viendo cómo avanzamos hacia la marginalidad. Estamos inmersos en una crisis de credibilidad ante el electorado, que no se circunscribe en modo alguno a la dirigencia nacional, está muy extendida en comités estatales y municipales, abarca a una buena parte de la militancia. ¿Cuándo si no ahora, para acudir al doloroso llamado de Acción Nacional?

Los resultados electorales del pasado 7 de junio nos ubicaron en el porcentaje más bajo de votación de los últimos 25 años. En lugar de crecer en número de curules, perdimos 5 en la Cámara de Diputados. El mensaje de las urnas hay que desentrañarlo bien. La confianza al partido ha ido cayendo, por más fórmulas y cruces que hagamos. Los grupos internos en el partido lo dividen y con frecuencia son importante causa de derrotas electorales.  Estos grupos han provocado prácticas deleznables, voto corporativo, afiliación por interés y sin convicción ciudadana, alteración de padrones.

Episodios que son una vergüenza en un partido cuya noción de la política descansa en la moral, en el deber ciudadano. Cuya bandera ha sido la democracia electoral y la democratización de las estructuras sociales. Un partido cuyos fundadores fueron generosos con su tiempo y su patrimonio.  Un partido que discutía, deliberaba, argumentaba razones, principios. Un partido que debatía al interior y al exterior.

Hay una desviación de los principios que nos dieron vida. Si el PAN no regresa a la persona, como el concepto fundamental en torno del cual debe girar toda la acción política, seguiremos navegando sin brújula. Si el PAN no vuelve a la tarea esencial de construir ciudadanía, la democracia será una imposibilidad.  La generosidad, el sacrifico, la valentía paulatinamente se trasmutan en sus vicios: egoísmo, vanidad, intolerancia, medro e interés por el bien público. Esto ha ido dislocando nuestra vida institucional. Sufrimos de una crisis moral, civilizatoria que nos obliga a buscar nuestros valores espirituales. Recordemos que la decadencia de las civilizaciones o de sus grandes instituciones surge ante la ceguera de sus dirigentes cuando los valores que le dieron vida se transforman en sus antípodas. Tampoco podremos ser oposición eficaz y leal si no realizamos un diagnóstico, interno y externo, de lo que sucedió. Si no hacemos un esfuerzo honesto por llamar las cosas por su nombre sin escondernos en eufemismos verbales. Tenemos que determinar la causa de nuestros errores y omisiones o ingenuidades.

Un partido que ha luchado por la verdad en la vida pública no puede en un momento clave de su historia recurrir al autoengaño. Desde sus orígenes Acción Nacional vio por sus estructuras, por su ideario, cimentó una cultura partidaria basada en el respeto, el debate y la verdad. Cuando Gómez Morín dijo que no haya ilusos para que no haya desilusionados habló de la verdad que se requiere para ser panista. Sofismas nunca faltarán para engañarnos; sin embargo Valor es lo que se requiere para mantenerse en la brega.

Si creyera que lo realizado valiera la pena, lo respaldaría. Pero el segundo periodo de nuestra actual dirigencia me decepcionó; no obstante cumplo con lealtad mis obligaciones institucionales y de representación en el Consejo General del INE. No puedo dejar de expresar que me pudo mucho la manera en que nuestro Presidente Nacional Gustavo Madero desaprovechó su reelección, histórico momento en el que por primera vez la militancia ejerció el voto directo. Sucesión de traiciones, mentiras y dobleces, todo orientado para que los grandes objetivos de la modernización del Partido y la concreción de las llamadas reformas estructurales, concluyeran en una diputación plurinominal para el Jefe Nacional. Ofreció que reorganizaría al Partido y lo conduciría con mérito y dedicación.

Jamás dijo que abandonaría a su suerte al partido para garantizar la suerte propia. “Nunca advirtió de cláusula alguna que lo liberase de las responsabilidades que pidió a los panistas. En ningún momento anticipó que sus obligaciones podían ser revocadas a la conveniencia de él mismo. Gesto inédito de egoísmo”, así lo calificamos varios panistas de todo el país que suscribimos una carta de inconformidad.

Esta dinámica trastocó las enormes posibilidades de consolidación democrática del Partido que abrió la reforma estatutaria. La proeza de depurar el padrón del Partido incrementado artificialmente durante una década para engordar convenciones y asambleas, otra vez se volvió a inflar en menos de un año, con vergonzosas afiliaciones masivas de las que el Tribunal Electoral Federal tiene casos ampliamente bien documentados.

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Al PAN nunca lo ha debilitado la competencia interna, lo ha debilitado la corrupción, el compadrazgo, la ineptitud, la onda grupera. Traigo una genuina intención de colaborar en un momento en el que veo una decadencia, una especie de demolición ética y política. Me gustaría que la contienda oreara el debate entre nosotros, proponer ideas que nos vuelvan a dar fuerza, que nos entusiasmen, que nos reanimen, que nos vuelvan a hacer sentir orgullosos de pertenecer al PAN, que volvamos a discutir soluciones a los graves problemas del país. El PAN recuperando el más hondo motivo de su presencia en la política no puede dejar de ver y afrontar el tema de la brutal desigualdad social. No podemos ser insensibles al dolor de los trabajadores que no les alcanza el salario para cubrir sus necesidades básicas. Tampoco debemos ser insensibles ante los ancianos sin protección a su vejez o teniendo una jubilación insuficiente.

No puede haber una democracia política sin una democracia social que respete a cada uno de sus habitantes como personas dignas.  Sólo la lograremos con el esfuerzo serio y efectivo de un movimiento igualitario a todo lo ancho y largo del país.  No halagando a los necesitados y prometiendo cosas no posibles sólo para ganar su voto; sino con un esfuerzo del día a día de todos; buscando que el programa público sea efectivo y que sus beneficios no sean desviados; impulsando que las leyes combatan la discriminación de género, la raza o el desprecio por el indígena, combatir la superioridad del hombre sobre la mujer, la discriminación o la burla por la orientación sexual, la discapacidad física.

Un movimiento humanista que dé trato igual a los que son iguales ante la Ley y la Naturaleza. Un movimiento que busque la elevación social y cultural de todos. No un mesianismo ni un caudillismo que al final del día profundice la pobreza. No populismo que enfrente a unos mexicanos contra otros y pretenda acentuar las diferencias para que la anarquía destruya los bienes de todos.

De confirmar mi participación en los próximos días, lo haré para hacer un planteamiento integral, lo he venido escribiendo desde hace varios años. No busco tajadas, ni negociar nada, eso sería lo más fácil. Muchas veces para que no difiera o ejerza la crítica me han ofrecido pedacitos de pastel. El problema no son los pedazos que nos podamos quedar del PAN, así nada se reconstruye. Debemos estar para rescatar al PAN completo. Quiero cimbrarlo, estrujar la conciencia del Partido, recordarles a tantas mujeres y hombres de buena voluntad – y que les duela -, la indiferencia y la distancia que han tomado mientras se demuele a una institución que tiene la historia y los valores de la nuestra.

En el PAN nunca la hemos tenido fácil. La mayoría del panismo viene de ese talante. No cuento con la estructura de los grupos, es cierto; tampoco con dinero. Pero no voy a comprar votos y no pienso contratar un solo operador. Quiero convencer la libre voluntad y mover a la acción. Simplemente voy a organizar y articular la rebelión de las bases. Traigo las mejores armas, las que Gómez Morín llamó irresistibles: las ideas, los valores del alma. “Ni tenemos otras, ni las hay mejores”.

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