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Otto Granados Roldán. Foto: Internet/www.percepcion.mx

Por Rogelio Hernández López*

Lunes 5 de marzo de 2018

No recuerdo cuando comenzó el tuteo con Otto Granados. No somos amigos. Creo que lo veo con la distancia que un reportero debe tratar a funcionarios públicos. No obstante, si lo tuviera enfrente le diría cuatro cosas, obviamente con la lógica irreverencia de reportero:

Primera. Hasta que se te hizo ser Secretario de Estado. Lo más cerca que estuviste fue entre 1988 y 1992 cuando fuiste el vocero de Carlos Salinas de Gortari.

Dos.- En los escasos 4 meses que llevas como Secretario de Educación Pública ya diste color como experto en políticas públicas: dar continuidad y/o realinear los programas más importantes que dormitaban o padecían crisis.

Una de estas decisiones ya comenzó a beneficiar también al periodismo, aunque sea transversalmente.  Decidiste encabezar la aplicación del acuerdo 286. Ya era hora. Desde 2009 existe pero sin la fuerza necesaria, con torceduras y barruntos de corrupción.

Tres. Como efecto de esa vigorización del 286, el viernes 23 de febrero entregaste 76 diplomas-títulos de licenciatura a periodistas empíricos de varios entidades del país.

Esa acción apenas trascendió como pequeña nota en dos portales y dos impresos de los estados. Sin embargo aseguro que fue muy trascendente, no sólo para mis colegas recién titulados sino para el periodismo, así sea a la larga.

Lo único que lamento es no haber estado en esa liturgia académica, tan simbólica porque me enteré cinco días después y accidentalmente.

Reitero, ese fue un gran acontecimiento, aunque no fuese noticia de estruendo y explico el porqué.

La SEP lo debía

En uno de los libros que he pergeñado (Sólo para periodistas. Grijalbo 1999, pp 49, 50) reclamé que en la SEP no quisieron aplicar el acuerdo 286 que había sido madurado durante cuatro años entre periodistas con la ayuda de José Ángel Pescador Osuna.

 Escribí en el libro referido que desde 1990 varios miembros de la Unión de Periodistas Democráticos y de la Coordinadora de Trabajadores de la Comunicación impulsamos un plan de profesionalización de periodistas. Eran tiempos en que la academización del gremio era muy baja y también por eso éramos más vulnerables frente a las empresas, frente a los políticos y temíamos que se desataran los violentos en nuestra contra. Era muy reciente el asesinato de Manuel Buendía. Entonces éramos y seguimos siendo extremadamente vulnerables frente a los poderes institucionales y más ante los malhechores armados.


La profesionalización, sigo creyendo, es la primera y principal fortaleza que necesitamos para defendernos de quienes nos dañan y vulneran cada vez.

Aquel plan, desde el principio fue apoyado por Pescador Osuna como subsecretario de la SEP para el Distrito Federal. Él se sentó con nosotros no sólo en muchas reuniones, sino que encabezó el diseño curricular para el diplomado piloto (especie de propedéutico) que se impartió en la Universidad Iberoamericana durante tres ocasiones a unos 160 periodistas, entre no titulados y empíricos. Ese proceso –-plan piloto y promoción del acuerdo-- nos llevó cuatro años. Él, ya como Secretario de Educación Pública firmó el acuerdo en 1994 para que sucediera su publicación en el diario oficial. Pero el 286 se quedó durmiendo.

Se torció

Las y los colegas que animosamente cursaron los diplomados en la UIA, se quedaron esperando su titulación después de haber comprobado más de cinco años de experiencia y aprobar las 11 materias del diplomado durante 160 horas de clases presenciales con los mejores periodistas y académicos de entonces. Los nuevos mandamases de la SEP, desde 1995, se atolondraron o no quisieron aplicar el programa y extenderles los títulos.

Fue hasta 2009 cuando el acuerdo se revitalizó un poco con varias desventajas. Se trasladó al Ceneval y ahí malentendieron que era una especie de certificación para otro oficio, incluso por algunas razones, (supongo que políticas) se hizo un mal acuerdo con el Club Primera Plana que encabezaba Teodoro Rentería y este promovió entre sus afiliados que entregaran sus datos y papeles que comprobaran experiencia;  pero además en varios casos que yo me enteré, también cobraron de 3 mil, 6 mil pesos y hasta más para que les dieran a cambio CERTIFICADOS, no títulos de licenciatura. Ignoro cuantos certificados de estos se entregaron con el aval de la SEP y si fue transparentado el dinero que corrió.

Paralelamente hubo un proceso similar para certificar, ese sí con cierto rigor académico, con la escuela de periodismo Carlos Septién que no ha podido promover las titulaciones necesarias para cientos de colegas del país.

Por todo, creo que ya hacía falta que el titular de la SEP le diera la importancia que tiene el programa que deriva del acuerdo 286 para alentar nuevamente lo que debe ser un programa nacional de profesionalización de periodistas, programa que ni parcialmente tiene alguna universidad como parte de sus programas de actualización continua y menos de titulación.

La cuarta cosa, Otto

De veras no recuerdo cuando comenzamos a tutearnos. Quizá fue en aquella reunión en la casa de Raymundo Riva Palacio cuando tú y José Carreño Carlón ---como comunicadores salinistas-- criticaban que los periodistas no habían podido crear organizaciones profesionales que fueran interlocutoras válidas con los gobiernos. O acaso fue, mucho después, cuando tu llegaste a Milenio, como académico del ITAM a charlar con editores y reporteros y que al despedirte, me espetaste: “Ya pórtate bien Rogelio”, frase a la que, todavía, no le encuentro su intención.

En realidad poco importa saber desde cuando nos hablamos de tu, como si fuésemos amigos. Pero si hubiera ocasión de intercambiar palabras con franqueza pondría a discusión partes de tu discurso en la ceremonia de entrega de diplomas a los 76 periodistas licenciados. Concordaré en el valor que tienen los medios en un sistema de pesos y contrapesos como una  “condición para que una democracia funcione”.

Pero discreparé en la imagen que manejas de que la profesionalización de los periodistas debe “explorar la naturaleza de la relación entre los propietarios de los medios y sus propios periodistas”, difiero porque le falta a esta figura la responsabilidad del Estado permanente de atender a esta actividad porque es de interés público, ya sea con sus instituciones educativas, como en este caso, como también las laborales y de seguridad.

Por último, secretario Granados Roldan, aunque sobre pedirte que cumplas con sus obligaciones, porque para eso tienes pagos con recursos públicos, te solicito que continúes y crezcas este todavía modesto programa de profesionalización de periodistas. Mientras más capacidades y fortalezas tengamos los periodistas haremos mejor trabajo.

***
(*) Reportero desde 1977. Especializado en investigación en Excélsior, El Universal, Milenio y otros. Dos veces Premio Nacional por el Club de Periodistas. Autor de los libros Zócalo Rojo, Zorrilla y Sólo para periodistas. Profesor invitado en varias universidades. En 2013 y 2015 el Colegio de Sinaloa le concedió la Cátedra de Periodismo y Comunicación “Pablo de Villavicencio”. Miembro fundador del Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas de la Segob (2010-2014). Director fundador de Casa de los Derechos de Periodistas, A.C. Consultor en temas de protección, leyes y políticas públicas sobre el periodismo en la asociación periodistastrespuntocero. Consejero editorial de la revista Zócalo y del Sistema Informativo Vía Libre.  Su columna para periodistas, Miradas de Reportero, se publica en medios impresos y digitales de 14 entidades del país. Es autodidacta. Email: rogeliohl111@gmail.com



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