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Luis Zamora Calzada


Roberto Gómez Bolaños, más conocido como Chespirito.
Foto: Internet
01 de diciembre 2014

Gracias Chespirito por enseñar a los mexicanos, que por una torta de jamón se deben soportar humillaciones, maltratos, construyendo en el imaginario de la niñez y quizá en la población, que los actos ilegales son parte de lo cotidiano, de la cultura como aseguran algunos, sin mostrar que la población tiene la obligación de hacer valer el estado de derecho.

Del héroe errático, torpe y conformista que en nada se parece a personajes inventados en otros países, que logra sus hazañas por mera casualidad, a lo imprevisto y al azar, nunca a un trabajo pensado y sistemático o de algo maravilloso y extraordinario, dejando a la suerte los resultados, sin planeación ni visión de cómo combatir las arbitrariedades que aquejan a las víctimas.

De la discriminación manifiesta en el trato de personas a quienes se asignan calificativos condenables, dibujando con lujo interpretaciones y agresiones por la apariencia física, sin considerar el probable aporte en lo sentimental, en lo humano que es algo inherente a las personas.

Al desempleado que a los ojos de un público predominantemente infantil, sus desgracias por subsistir y sus limitaciones culturales son festejados por los otros personajes participantes, sin muestras de solidaridad, ni ayuda por superar su propia condición.

Un especial agradecimiento por el maestro enamorado, que suspira y espera, con una clara falta de actuación docente ante los alumnos, que lo convierten en centro de mofas y de burlas de un público expectante de las maldades que instrumentan sus estudiantes, lo trivial de sus contenidos escolares que terminan por identificar a los consentidos y no consentidos del profesor, que por supuesto caricaturizan y ridiculizan la imagen magisterial, que es una profesión eminentemente social y representa una posibilidad de superación para muchos y no lo que refleja el personaje en cuestión, esto a pesar de la devaluación impuesta por demasiados medios de comunicación por causa de la llamada reforma educativa.

Años y años de escenificación televisada, en las condiciones por todos conocidas, seguramente han influido en la actuación de la sociedad, con esperanzador despertar en este año dos mil catorce, dominado por la denuncia de injusticias, corrupción, actuaciones cuestionadas de instancias y de supuestos representantes populares, que hoy por hoy parecen perder credibilidad, esperando seguramente recuperarla con una simple torta de jamón en tiempos venideros de elección, que por supuesto con el deseo ferviente de que no lo logren por el bien del país.


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