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* El servicio de baños es una vergüenza, en congruencia con la falta de información sobre el costo de la fastuosa e incompleta construcción


El guerrero Chimalli, del escultor Sebastián; enseguida, área del vestíbulo en vías de construcción. Fotos: Francisco Gómez
Francisco Gómez | Domingo 18 de diciembre de 2014

Chimalhuacán, Méx. No podía ser de otra forma. El pasado sábado 13 de diciembre el gobierno priista de Chimalhuacán inauguró el fastuoso Paseo Turístico Guerrero Chimalli, ubicado en la entrada colindante con el municipio de Nezahualcóyotl; la obra incluye al “Guerrero Chimalli” (en su interior planean un museo y un mirador), una fuente de aguas danzarinas y una especie de riachuelo artificial.

Fieles a la nefanda costumbre de inaugurar obras sin concluir, con años de retraso y naturalmente a precios inflados, cuyo destino se ignora –igual que los montos- pero que todo mundo supone, por fin los gobiernos priistas municipal y estatal entregaron oficialmente la escultura de acero “Guerrero Chimalli”, del escultor Sebastián.

La impresión de los adultos que por ahí paseaban tres días después de inaugurada la obra, no coincide con la desilusión de los pequeños y algunos jóvenes, quienes llegaron al sitio con la intención de subir al mirador, pero se encuentran con que ni siquiera han colocado los elevadores, por lo que se limitan, entre tubos y herramientas, a recorrer una improvisada exposición de fotografías en el vestíbulo de la escultura, donde por cierto sobresale una tripleta de placas en bronce con visibles errores semánticos, que parecen promocionar más a los políticos que a la obra en sí. 

Afuera, en la plaza, tampoco las fuentes danzarinas funcionan aún, se informa que solo lo harán los fines de semana por la tarde noche; todo es ruido y trabajos aquí, incluyendo la manita de gato que le dan al basamento de la réplica anónima en piedra del Calendario Azteca; se construye también en el lugar un puesto de antojitos, y el servicio de baños es una vergüenza, en congruencia con la falta de información sobre el costo de la fastuosa e inconclusa obra. 

Atrás parece quedar la enorme falta y deficiencia de los servicios públicos, así como los supuestos o reales enfrentamientos entre los gobiernos antorchista y del estado de México, éstos últimos aportadores de discrecionales recursos económicos para la obra, pero a quienes la soberbia chantajista de los antorchos ni siquiera nombra.

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