"Convertido en una especie de carroza descubierta, al estilo antiguo pero sin oropeles, el “papamovil”, diseño y obsequio de México, condujo a su última morada al Papa Francisco, a su sepulcro austero tal y como lo dejó dicho en su testamento: “La tumba debe ser en la tierra, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”.
OPINIÓN
COMENTARIO A TIEMPO
Por Teodoro Rentería
Arróyave
Miércoles 30 de abril de 2025
SÉPTIMA PARTE
Convertido en una especie de carroza descubierta, al estilo
antiguo pero sin oropeles, el “papamovil”, diseño y obsequio de México, condujo
a su última morada al Papa Francisco, a su sepulcro austero tal y como lo dejó
dicho en su testamento: “La tumba debe ser en la tierra, sin decoración
particular y con la única inscripción: Franciscus”.
Con la dictadura militar criminal del general Videla
(1976-1981) y sus epígonos (1981-1983), la sangrienta represión fue enfrentada
por el Papa Francisco para sostener su ministerio, sin embargó lo obliga a un
“auto destierro”. Así continúa el análisis biográfico del colega francés,
Jean-Benoît Poulle:
“Su trayectoria parece estancarse, y a su regreso a
Argentina a finales de 1986, se encuentra sin destino. Más profundamente, él
mismo evocará este período como un tiempo de grave crisis espiritual: después
de un comienzo brillante, no tuvo las responsabilidades que sin duda merecía, y
debió sentir una decepción inevitable, que debe disimular detrás de la absoluto
obediencia a la Compañía.
En su espiritualidad ascética y voluntaria, los jesuitas
advierten contra la acedia, ese sentimiento de vanidad y disgusto por las cosas
espirituales, que puede surgir hacia la mitad de la vida; y cada domingo por la
noche, en el oficio de completas, recitan el versículo 6 del salmo 90 que
invoca la ayuda de los ángeles contra el daemonium
meridianum, ese «demonio del
mediodía» que la explicación popular ha reducido demasiado rápido a la sola
tentación de la infidelidad sexual.
Al llegar a los cincuenta años, después de haber tenido que
asumir cargas muy pesadas, el padre Bergoglio pudo experimentar una forma de
desaliento. El nuevo puesto al que fue enviado en 1990 es claramente un
descenso: debe unirse a una pequeña parroquia de Córdoba, la segunda ciudad de
Argentina en el centro-norte del país, para ejercer como confesor, pero tiene
prohibido predicar. Su ministerio se desarrolla en la sombra. Muchos de los que
lo conocen dirán que esos años lo cambiaron profundamente y sin duda lo endurecieron;
al mismo tiempo, la experiencia diaria del confesionario, que es el único cargo
que le queda, aumenta aún más en él la convicción de la importancia central de
la Misericordia. Convertido en arzobispo de Buenos Aires, seguirá confesando
regularmente a sus fieles en la catedral.
El nuevo primado de
Argentina
A principios de los años noventa, un encuentro dio una
orientación completamente nueva a su carrera: la del prelado Antonio Quarracino
(1923-1998), arzobispo de La Plata en 1985, luego nombrado arzobispo de Buenos
Aires en 1990, elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y
creado cardenal al año siguiente. Hijo de inmigrantes italianos como Bergoglio,
Quarracino (nacido en Salerno) tiene, sin embargo, un perfil bastante diferente
al del futuro papa, ya que se le considera un claro representante del bando
conservador. Ciertamente, se comprometió menos en el apoyo a la dictadura
militar que sus predecesores Antonio Plaza en La Plata o el cardenal Aramburu
en Buenos Aires, pero aboga por una política de reconciliación nacional y
amnistía, a riesgo de que se olviden las atrocidades. En temas sociales
(divorcio, aborto, homosexualidad…), es un ferviente partidario de las
orientaciones restauradoras de Juan Pablo II. Al mismo tiempo, Quarracino se
convierte en un convencido defensor del diálogo con el judaísmo y de la
presencia mediática de la Iglesia.
Estas dos personalidades bastante diferentes forjan lazos de
confianza, hasta tal punto que en 1992, Quarracino propone a Roma que Bergoglio
se convierta en uno de sus obispos auxiliares en Buenos Aires. Como los
jesuitas no pueden aspirar a cargos episcopales, Bergoglio debe obtener una
dispensa de su orden, lo que da lugar a la redacción de un informe bajo la
supervisión del superior general Kolvenbach. Si bien este informe parece haber
desaparecido de los archivos, varios indicios muestran que emitía un juicio
bastante desfavorable sobre la personalidad del futuro papa: este es un
argumento que sus adversarios no dejarán de esgrimir durante su pontificado,
manteniendo deliberadamente una atmósfera sin duda exagerada de secreto,
incluso de escándalo.
Pero Quarracino decide hacer caso omiso y obtiene el
resultado deseado tras una entrevista con Juan Pablo II: el 20 de marzo de
1992, el padre Bergoglio es nombrado obispo auxiliar y se toma un permiso de la
Compañía de Jesús. En junio de 1997, se da un nuevo paso decisivo cuando se
convierte en coadjutor del cardenal Quarracino, es decir, obtiene el derecho a
su sucesión automática: al morir este último menos de un año después (28 de
febrero de 1998), es por derecho el nuevo arzobispo de Buenos Aires, primado de
Argentina.
Fue como arzobispo de la capital, al que llegó a este puesto
a los 62 años, que Jorge Mario destacó y que por primera vez tuvo la audacia de
romper con lo establecido. Claramente, su estilo de gobierno diocesano anuncia
en muchos aspectos el que adoptará como soberano pontífice. Se caracteriza en
primer lugar por una gran austeridad de vida: se niega a alojarse en la lujosa
residencia episcopal para residir en un pequeño apartamento cerca de la
catedral. Desprecia el coche oficial con chofer y asume él mismo la mayoría de
las tareas de su secretaría. Se levanta todos los días a las 4:30, pasa todo el
día trabajando y nunca se toma un período de vacaciones para descansar, una
costumbre que mantendrá en el Vaticano. La cercanía con su clero es otra de sus
preocupaciones constantes: los 500 sacerdotes de su diócesis saben que pueden
llamarlo directamente por teléfono, a través de una línea directa; muestra una
gran preocupación por los párrocos de los suburbios desfavorecidos, sacerdotes
de las favelas que visita con frecuencia y a los que a veces hospeda. Porque la
atención a los pobres y marginados es el otro gran eje de su cargo de pastor.
En el momento en que la bancarrota presupuestaria de
Argentina (en 2001) exacerba la precariedad de los fieles, multiplica las
visitas a las instituciones sociales y caritativas, a todos los marginados, y
les muestra su atención con gestos emblemáticos destinados a impactar en la
opinión pública: así, realiza el rito de lavar los pies de los enfermos de sida
en un hospital el Jueves Santo. Para él, es urgente recuperar el sentido del
pueblo, junto a la gente sencilla, y ponerse de alguna manera en la escuela de
la piedad popular: por eso llama a la Iglesia a adoptar ante los pobres una
actitud de humildad que pasa por el renunciamiento a las posiciones de poder.
CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados
en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación
Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio
honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX,
Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de Número y
Director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG.
Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos
escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le
invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, ww.fapermex.org, y el
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