Estas fueron las últimas palabras del papa Francisco ante miles de fieles cuando se festejaba el Domingo de Resurrección en el Vaticano: “Queridos hermanos y hermanas, felices pascuas. Pido al maestro de ceremonias que lea el mensaje”, mismo que había preparado para la ocasión. Al día siguiente expiró. Por ser un mensaje de paz ahora, en esta serie los reproducimos íntegro:
OPINIÓN
COMENTARIO A TIEMPO
Por Teodoro Rentería Arróyave
Viernes 25 de abril de 2025
Estas fueron las últimas palabras del papa Francisco ante miles de fieles cuando se festejaba el Domingo de Resurrección en el Vaticano: “Queridos hermanos y hermanas, felices pascuas. Pido al maestro de ceremonias que lea el mensaje”, mismo que había preparado para la ocasión. Al día siguiente expiró. Por ser un mensaje de paz ahora, en esta serie los reproducimos íntegro:
“Cristo ha resucitado, ¡aleluya! Hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!
Hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de corazón a corazón, y su canto hace llorar de alegría al pueblo de Dios en todo el mundo.
Desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!
El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día.
Hermanas y hermanos, especialmente ustedes que están sufriendo el dolor y la angustia, sus gritos silenciosos han sido escuchados, sus lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido! En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y siembra por doquier violencia y corrupción. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!».
Sí, la resurrección de Jesús es el fundamento de la
esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. No;
gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda. ¡Spes non
confundit (cf. Rm 5,5)! Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es
alienante, sino que nos responsabiliza.
Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se
dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten
en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia
desarmada de la Vida.
¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de
nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida. ¡La
Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que
la humanidad resucite! A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del niño en
el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en
un número creciente de países como personas a descartar.
Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que
afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo
también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se
tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes.
En este día, quisiera que volviéramos a esperar y a confiar en los demás
-incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con
costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros
nos resultan más familiares-; pues todos somos hijos de Dios.
Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible. Que desde el Santo
Sepulcro -Iglesia de la Resurrección-, donde este año la Pascua será celebrada
el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz
sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero. Me siento cercano al
sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el
pueblo israelí y a todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima
de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi
pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad
cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción,
y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes
beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a
la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz.
Recemos por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria -este último país
está afrontando un momento delicado de su historia-, que ansían la estabilidad
y la participación en el destino de sus respectivas naciones. Exhorto a toda la
Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado
Oriente Medio.
Dirijo también un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una
de las peores crisis humanitarias ‘prolongadas` del mundo a causa de la guerra,
e invito a todos a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo.
Que Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania
y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a
alcanzar una paz justa y duradera.
En este día de fiesta pensemos en el Cáucaso Meridional y recemos para que se
llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre
Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la
región.
Que la luz de la Pascua inspire propósitos de concordia en los Balcanes
occidentales y sostenga a los actores políticos en el esfuerzo por evitar que
se agudicen las tensiones y las crisis, como también a los aliados de la región
en rechazar comportamientos peligrosos y desestabilizantes.
Que Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos
africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República
Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a
causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de
los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no
pueden profesar libremente su fe.
Allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni
respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible.
La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada
pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una
carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las
barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y
económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la
solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de
cada persona humana.
Que en este tiempo no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde
hace años por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las
consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha causado la muerte de
miles de personas y es motivo de sufrimiento para muchos sobrevivientes, entre
los que se encuentran huérfanos y ancianos. Recemos por las víctimas y por sus
seres queridos, y agradezcamos de corazón a todos los generosos voluntarios que
están realizando actividades de socorro. El anuncio del alto el fuego por parte
de los actores implicados en ese país es un signo de esperanza para todo
Myanmar.
Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a
la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar
a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el
desarrollo. Estas son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro, en
lugar de sembrar muerte.
Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar
cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados,
atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos
olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un
alma y una dignidad.
Y que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar
a los prisioneros de guerra y a los presos políticos.
Queridos hermanos y hermanas:
En la Pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso
duelo, pero el Señor vive para siempre (cf. Secuencia pascual) y nos infunde la
certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no
conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de
la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las
cosas (cf. Ap 21,5)’. Esperemos que lo escuche el mundo y actúe en consecuencia”.
Seguiremos con la biografía-análisis del colega francés, Jean-Benoît Poulle.
CONTINUARÁ.
Periodista
y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo,
CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de
Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio honorario de la Federación
de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, Doctor Honoris Causa por la
Universidad Internacional, Académico de Número y director de Comunicación de la
Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y
críticas en teodororenteriaa@gmail.com
Nos escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le
invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org, y el portal: www.irradianoticias.com
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