A partir de ahora voy a dedicar este espacio a JEAN-BENOÎT POULLE, más que su biógrafo, un analista de la vida y obra de Jorge Mario Bergolio, descubierto por el hijo colega, Teodoro Raúl Rentería Villa, textual, por razones de espacio será una serie con algunos apuntes nuestros:
OPINIÓN
COMENTARIO A TIEMPO
Por Teodoro Rentería
Arróyave
Martes 22 de abril de 2025
PRIMERA PARTE
Sin entrar en la difícil e intrincada polémica de las
creencias religiosas, creemos, valga la redundancia, que Francisco, así de
simple, sin número romano después de su apelativo para marginarse de las
monarquías y del pasado papal, fallecido este lunes de cuaresma a los 88 años,
ha sido el primer pontífice de la Iglesia Católica Apostólica y Romana,
progresista y por consecuencia revolucionario y por los desposeídos, quien deja
un legado a cumplir a sus predecesores y, cabe resaltar que, antes de su
desaparición física su último mensaje en el Domingo de Resurrección, después de
su bendición urbi et urbi, para todo el mundo, fue su llamado a la paz, exacto
del mundo.
A partir de ahora voy a dedicar este espacio a JEAN-BENOÎT
POULLE, más que su biógrafo, un analista de la vida y obra de Jorge Mario Bergolio,
descubierto por el hijo colega, Teodoro Raúl Rentería Villa, textual, por
razones de espacio será una serie con algunos apuntes nuestros:
“El papa Francisco falleció hoy, 21 de abril, en el
Vaticano, a los 88 años. Con él, la Iglesia católica y sus más de mil millones
de fieles pierden una figura decididamente original, innovadora y, en muchos
aspectos, casi iconoclasta en relación con esta institución multisecular.
Juzguen por todas las novedades que representó la elección
de Jorge Mario Bergoglio, el 13 de marzo de 2013, al trono de Pedro, tras la
renuncia voluntaria de su predecesor Benedicto XVI (1927-2022), que constituyó
en sí misma una innovación: Francisco fue el primer papa argentino, el primero
procedente del Nuevo Mundo y el primer pontífice no europeo desde Gregorio III
(731-741), papa de origen sirio en el siglo VIII.
También es el primero en acceder al pontificado soberano
procedente de la orden de los jesuitas, cuya real o imaginaria influencia sobre
la Santa Sede ha sido notable, lo que también lo convierte en uno de los muy
pocos papas (20 de 266) que provienen de una congregación religiosa, el primero
desde el muy conservador Gregorio XVI (papa de 1831 a 1846, proveniente de la
orden de los camaldulenses).
Por último, fue el primer papa en adoptar el nombre de
Francisco, en referencia explícita a la figura profética de San Francisco de
Asís (1181-1226), y así el primero en elegir un nombre inédito desde hace más
de un milenio, después de Landon, uno de sus predecesores más oscuros (papa de
913 a 914).
El nombre de Francisco ya era todo un programa: al inscribir
su figura en la estela del Poverello de Asís, desde hace mucho uno de los
santos más populares a escala de la Iglesia universal, Jorge Mario Bergoglio
quería mostrar que hacía suyo, al tiempo que lo reinterpretaba, su ideal de
atención primordial a los excluidos, así como de reforma radical de la Iglesia
mediante el retorno a la simplicidad evangélica.
Del mismo modo, en la relación de asombro que el autor del
Cántico de las criaturas mantenía con la Creación, Francisco quiso discernir
los primeros indicios de preocupación ecológica por la «casa común», que él
mismo puso en el centro de su pontificado. Francisco se ha concebido y ha
querido mostrarse como un papa de ruptura.
Si bien muchos jerarcas católicos, como él mismo en
ocasiones, han destacado a veces las formas de continuidad inevitable con sus
predecesores inmediatos, es la ruptura la que prevalece. Incluso se puede
afirmar que el papa Francisco parece una figura muy diferente, no solo de Juan
Pablo II y Benedicto XVI, sino incluso de todos los demás papas desde el fin de
los Estados Pontificios en 1870, o incluso desde la Revolución Francesa: en su
concepción del papado, ciertamente difiere más de ellos mismos de lo que ellos
diferían entre sí.
A las novedades formales que representó su elección -vistas
como accesorias, pero en el fondo muy significativas de las reconfiguraciones
de la Iglesia-, corresponden, por tanto, innovaciones voluntarias, que conviene
explicar profundizando en la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, el hombre y
el sacerdote antes que el papa.
La vocación de un jesuita
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en
Buenos Aires, en el popular barrio de Flores. Es el mayor de una familia de
cinco hermanos (una hermana aún vive). Su padre, Mario José Bergoglio, es un
inmigrante italiano de primera generación, originario del Piamonte, que llegó a
Argentina unos diez años antes para trabajar como contable en el servicio
ferroviario; y aunque su madre, Regina Maria Sivori, nació en Argentina, ella
misma es hija de inmigrantes italianos procedentes de Liguria.
Debido a esta doble ascendencia nórdico-italiana, común a
muchos argentinos, Jorge Mario Bergoglio hablará italiano con fluidez, aunque
con un ligero acento, siendo el español su lengua materna, y estará inmerso en
una cultura familiar ampliamente europeizada: estos dos hechos no son en
absoluto anodinos para una Curia todavía dominada por italianos en el momento
de su elección, y sin duda han influido en ella, ya que atenúan la impresión de
ruptura producida por la elección de un no europeo.
Su entorno familiar lo vincula, por tanto, a las clases
medias bajas, en el límite entre la pequeña burguesía y los medios más
populares, marcados por una fuerte devoción mariana, transmitida por su abuela
materna. Realizó sus estudios secundarios en el colegio privado salesiano de
Ramos Mejía, en los suburbios cercanos a Buenos Aires, pero fue en la iglesia
de su barrio donde, a los diecisiete años, adquirió la convicción de su
vocación religiosa, después de una confesión en la que, según sus propias
palabras, tuvo una «revelación de la misericordia de Dios».
No es de extrañar, por tanto, su insistencia en este concepto
central, la capacidad de Dios para perdonar los errores humanos, a lo largo de
su pontificado. Estaba prometido con una joven, pero decidió romper ese
compromiso para entrar en los órdenes. Sin embargo, pospuso inmediatamente su
entrada en el seminario para comenzar estudios superiores en la Escuela
Nacional de Enseñanza Técnica, donde obtuvo un diploma de técnico en química.
Durante esos años de estudio, trabajó en varios pequeños
oficios para mantenerse, entre ellos, el de cadenero en un sórdido club
nocturno de Córdoba, sin duda inusual para un futuro papa. También durante ese
mismo periodo tuvo graves problemas de salud, hasta el punto de que le
extirparon la parte superior del pulmón derecho a causa de una neumonía. Le
quedó una gran fragilidad respiratoria. Fue en la iglesia de su barrio donde, a
los diecisiete años, adquirió la convicción de su vocación religiosa. (Eso
explica el motivo de sus enfermedades y de su deceso). CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de
Licenciados en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la
Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y
vitalicio honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos,
FAPERMEX, Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de
Número y director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y
Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos
escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le
invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org, y el portal: www.irradianoticias.com
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