"Explicamos que el papa Benedicto XVI había desacreditado todo el programa conservador de la Iglesia y por estas condiciones, una minoría muy activa de cardenales progresistas ya estaba decidida a impulsar de nuevo la candidatura de Bergoglio, y había terminado por convencerlo a él mismo de que se dejara elegir papa esta vez. Fue, en efecto, este pequeño club de prelados..."
Por Teodoro Rentería
Arróyave
Viernes 2 de mayo de 2025
NOVENA PARTE
Explicamos que el papa Benedicto XVI había desacreditado
todo el programa conservador de la Iglesia y por estas condiciones, una minoría
muy activa de cardenales progresistas ya estaba decidida a impulsar de nuevo la
candidatura de Bergoglio, y había terminado por convencerlo a él mismo de que
se dejara elegir papa esta vez. Fue, en efecto, este pequeño club de prelados
que se hacía llamar: “el grupo de San Galo”, por el nombre de la ciudad suiza
donde celebraba sus reuniones informales. Continuamos con el análisis del
colega francés, Jean-Benoît Poulle:
“La sola congregación de San Galo no fue suficiente para la
elección. Durante las congregaciones generales preparatorias, Bergoglio logró
obtener el apoyo inesperado de dos clanes curiales que hasta entonces se habían
estado enfrentando en una guerra feroz, y que llegaron a un acuerdo táctico en
esta ocasión: se trataba de los partidarios del secretario de Estado de
Benedicto XVI, el cardenal Tarcisio Bertone (nacido en 1934), y los más
numerosos de su predecesor, el poderoso y controvertido cardenal Angelo Sodano
(1927-2022), decano del Sacro Colegio, más elector pero «creador de papas», y
portavoz de los diplomáticos de la Curia, que se habían sentido marginados bajo
Benedicto XVI.
Estos dos grupos se unieron a la candidatura de Bergoglio,
un hombre ajeno a los asuntos curiales (y que, por lo tanto, podía presentarse
como un outsider -observador y fuera de las normas- capaz de reformarlos), a
cambio de la promesa de una mayor influencia de los diplomáticos del Vaticano,
simbolizada por el nombramiento del nuncio Pietro Parolin (nacido en 1955) como
nuevo secretario de Estado de Francisco: por lo demás, según la mayoría de los
comentaristas, esta elección resultó muy acertada. Por último, durante las congregaciones
generales preparatorias, el discurso muy sobrio y sereno del cardenal Bergoglio
sobre la necesidad de que la Iglesia salga de sí misma, de ir a sus márgenes,
causó una fuerte impresión en sus pares y sin duda convenció a muchos
indecisos.
Para que no se revele demasiado pronto como el principal
candidato progresista, con el riesgo de reducir sus posibilidades, sus
partidarios hacen correr el rumor de que su elección se inclina más bien por el
cardenal brasileño de origen alemán Odilo Scherer (nacido en 1949), que tiene
un perfil bastante similar al suyo. Durante el cónclave, con toda probabilidad,
aprovechó la división de los votos de los cardenales conservadores entre el
cardenal Angelo Scola (nacido en 1941), arzobispo de Milán, considerado el heredero
intelectual de Benedicto XVI, y el prefecto de la Congregación para los
Obispos, el cardenal quebequés Marc Ouellet (nacido en 1944), a quien Francisco
mantendrá en su cargo.
Algo crucial ocurrió en el cónclave de 2005, lo que permite
comprender en parte el de 2013, que efectivamente eligió al cardenal Bergoglio
como papa tras la renuncia de Benedicto XVI, y que en este sentido tomó la
forma de un partido de vuelta.
Francisco pudo ser elegido gracias a los pacientes esfuerzos
de sus partidarios y a las lecciones aprendidas de su fracaso en el cónclave
anterior. Su llegada al pontificado, muy inesperada, muestra la magnitud de las
recomposiciones que tuvieron lugar en los momentos cruciales del cónclave. La
mejor prueba de la sorpresa que supuso su elección se encuentra en el telegrama
de felicitación que la Conferencia Episcopal Italiana envió por error, esa
misma noche, al cardenal Scola. Por lo tanto, no hay que subestimar el momento
de ruptura que supuso el cónclave de 2013 para la Iglesia. Pero el pontificado
de Francisco, en su estilo, sus métodos y su programa de fondo, ha resultado
aún más desconcertante, incluso para aquellos que lo habían elegido con una
clara intención reformadora.
El estilo mediático
del papa Francisco
También en la Iglesia católica, el estilo es el hombre.
Desde sus primeras palabras en el balcón de San Pedro, el papa Francisco adopta
un modo de comunicación que contrasta con la solemnidad habitual de sus
predecesores, saludando a la multitud con un cordial «¡Buonasera!»: aparece con
una simple sotana blanca, sin ninguno de los demás ornamentos papales, y
conserva su cruz episcopal plateada en lugar de la dorada prevista para él.
Se presenta primero como «obispo de Roma», y no como jefe de
la Iglesia universal, y pide rezar por «Benedicto, nuestro obispo emérito»,
antes de pedir a la multitud que haga lo mismo por él. Muchos de sus gestos
muestran que pretende romper con los honores monárquicos que seguían
correspondiendo al sumo pontífice: en lugar de residir en los apartamentos
pontificios oficiales, en el primer piso del Palacio Apostólico, elige seguir
viviendo en la Casa Santa Marta, la hospedería del Vaticano que ya acogía a los
cardenales en cónclave. Al comienzo de su pontificado, dio un primer golpe de
efecto al negarse a asistir a un concierto de música clásica, argumentando que
no es «un príncipe del Renacimiento»: imagen impactante, en presencia de toda
la curia, el imponente trono papal permanece obstinadamente vacío.
En varias ocasiones, muestra su gran sencillez: no solo al
negarse a tomarse vacaciones en Castel Gandolfo, lugar de veraneo habitual de
los papas, donde se había retirado Benedicto XVI durante el cónclave, sino
también al llevar él mismo su propio maletín negro de documentos, como para dar
mejor la impresión de que se ocupa personalmente de los asuntos más delicados;
desprecia las mulas papales rojas -zapatillas-, por los zapatos de calle negros
de uso general, y su sotana blanca, un hábito heredado de los dominicos, parece estar a menudo desgastada; incluso
habría acariciado la idea de asistir a la Jornada Mundial de la Juventud de Río
de Janeiro en 2013, la primera cita importante del pontificado, vestido con un
simple clergyman, -la vestimenta de calle de los sacerdotes.
El deseo de mostrar que no pierde el contacto personal con
la gente común parece ser prioritario para el papa Francisco: por eso siempre
ha preferido el contacto personal a los canales institucionales, en todos los
asuntos. Prefiere las llamadas telefónicas individuales a los actores sobre el
terreno, a menudo sorprendidos de tener al papa al otro lado del teléfono… Y lo
hemos visto deambulando por las calles de Roma, sin pompa, para comprarse unos
lentes nuevos en una óptica popular. El declarado deseo de sencillez también
permite realizar golpes mediáticos.
En el ámbito litúrgico también, el estilo sobrio del papa
Francisco roza la austeridad: en contraste con las celebraciones solemnes de
Benedicto XVI, las suyas se caracterizan por una evidente sencillez, y ha
demostrado en múltiples ocasiones que esta cuestión no era prioritaria para él,
delegando el tratamiento de este asunto en prelados que tienen ideas muy
definidas y que a menudo se han acogido a su voluntad tácita para poner en
práctica sus propias concepciones. CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados
en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación
Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio
honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX,
Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de Número y
Director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG.
Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos
escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le
invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org, y el portal: www.irradianoticias.com
ra
Publicar un comentario Blogger Facebook