"La limpia y valiente conducta del Bergoglio ante la dictadura militar criminal del general Videla y sus epígonos, nos da paso a continuar con el análisis biográfico del colega francés, Jean-Benoît Poulle, ante la provocada bancarrota presupuestaria de Argentina:.."
OPINIÓN
COMENTARIO A TIEMPO
Por Teodoro Rentería
Arróyave
Jueves 1 de mayo de 2025
OCTAVA PARTE
La limpia y valiente conducta del Bergoglio ante la
dictadura militar criminal del general Videla y sus epígonos, nos da paso a
continuar con el análisis biográfico del colega francés, Jean-Benoît Poulle,
ante la provocada bancarrota presupuestaria de Argentina:
“Un compromiso de este tipo en un período de agudización de
la crisis social tiene necesariamente resonancias políticas, de las que
monseñor Bergoglio es plenamente consciente. Sus críticas a las reformas
económicas neoliberales -cualquier parecido con lo ocurrido en México, no es
mera coincidencia-, así como su
compromiso con los movimientos populares y sindicales, demuestran que no ha
olvidado las concepciones peronistas, mezcladas con su propia «teología del
pueblo».
Pero posteriormente mantiene una relación muy ambivalente
con los supuestos herederos del peronismo de izquierda agrupados en el partido
justicialista de Néstor Kirchner (1950-2010), el ganador de las elecciones
presidenciales de 2003, con quien las relaciones se deteriorán progresivamente
cuando Kirchner pone en práctica su voluntad de secularizar a la sociedad
argentina.
Las relaciones con su esposa, Cristina Fernández de Kirchner
(nacida en 1953), que lo sucedió en la presidencia en 2007, se volverían
notoriamente muy malas: la ley de 2010 que autoriza el matrimonio homosexual,
apoyada por el partido presidencial, provocó una enérgica oposición del
arzobispo de Buenos Aires, que movilizó los recursos de la Iglesia en su
contra; incluso se analizó como un enfrentamiento personal entre Bergoglio y la
presidenta.
Fue como arzobispo de la capital, al que llegó a este puesto
a los 62 años, que Jorge Mario destacó y que por primera vez tuvo la audacia de
romper con lo establecido.
Los resortes de una
elección sorpresa
Si Bergoglio tiene un cierto olfato político, también sabe
rechazar posiciones de poder: en 2001, por ejemplo, se negó en un principio a
ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Sin embargo, ese
mismo año aceptó ser nombrado cardenal por Juan Pablo II, como primado de una
de las comunidades católicas más importantes del mundo. Pero se opone a la idea
de que el acontecimiento se celebre con festejos en Roma demasiado costosos
para sus compatriotas: el producto de la colecta lanzada para financiar los
billetes de avión se destina a los pobres.
Como miembro del colegio de cardenales y de cinco
dicasterios, los órganos de la Curia Romana, debe acudir a ellos con
regularidad, pero siempre limita sus estancias al mínimo imprescindible: es uno
de los cardenales que menos conoce la Ciudad Eterna, donde, según él mismo
reconoce, nunca se ha sentido a gusto. Sin embargo, su reputación de austeridad
y humildad se abre camino en las altas esferas del Vaticano: durante el
cónclave de 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, impresionó a sus colegas con
una forma de radicalidad evangélica; además, fue identificado como un
progresista moderado, mucho menos llamativo y, por tanto, menos divisivo que
otro exjesuita, el cardenal arzobispo de Milán Carlo Maria Martini (1927-2012),
que había sido una alternativa intelectual progresista durante todo el
pontificado anterior.
Por eso, los votos de sus pares lo hacen aparecer como el
principal rival del candidato del bando conservador, Joseph Ratzinger: al
principio dispersos a favor de otros cardenales, los votos progresistas o
moderados pronto se agrupan en torno a él, hasta el punto de formar una minoría
de bloqueo que impide la elección de Ratzinger. Si creemos en un diario anónimo
del cónclave, Bergoglio habría hecho saber entonces que se negaba a convertirse
en papa, y habría pedido a sus partidarios que también transfirieran sus votos
a Ratzinger, lo que habría permitido el acceso al pontificado del prelado
bávaro.
En cualquier caso, es evidente que algo crucial ocurrió en
el cónclave de 2005, lo que permite comprender en parte el de 2013, que
efectivamente eligió al cardenal Bergoglio como papa tras la renuncia de
Benedicto XVI, y que en este sentido tomó la forma de un partido de vuelta. Los
actores eran en gran parte los mismos: el cardenal Bergoglio había sido
mantenido al frente de su diócesis año y medio después de cumplir 75 años (edad
a la que todo obispo debe presentar su renuncia); pero la situación de la
Iglesia, por su parte, había cambiado profundamente.
De hecho, las múltiples crisis que habían marcado el
pontificado de Benedicto XVI habían hecho que la elección de la continuidad
conservadora o «restauradora», que todavía parecía la más razonable en 2005,
pareciera ahora un callejón sin salida. El colegio cardenalicio parecía
convencido de la necesidad de cambios profundos en múltiples planos: primero,
formales, en cuanto al perfil del futuro papa, para que la Iglesia dejara de
ser percibida como el club de las viejas naciones europeas; pero también en cuanto
a sus orientaciones religiosas, ya que los escándalos que habían salpicado a la
curia bajo Benedicto XVI habían desacreditado todo el programa conservador.
En estas condiciones, una minoría muy activa de cardenales
progresistas ya estaba decidida a impulsar de nuevo la candidatura de
Bergoglio, y había terminado por convencerlo a él mismo de que se dejara elegir
papa esta vez.
Este pequeño club de prelados progresistas, convencidos de
la necesidad de reformas radicales en la Iglesia, se llamaba el grupo de San
Galo, por el nombre de la ciudad suiza donde celebraba sus reuniones
informales: además del cardenal Martini (fallecido un año antes del cónclave) y
del obispo del lugar, reunía principalmente a los alemanes Walter Kasper
(nacido en 1933) y Karl Lehmann (1936-2018), al belga Godfried Danneels
(1933-2019), al británico Cormac Murphy O’Connor (1932-2017), y el italiano
Achille Silvestrini (1923-2019), miembro de la Curia, sin contar a algunos
obispos franceses de rango no cardenalicio.
Todos estos cardenales fueron los artífices del ascenso de
Bergoglio al pontificado, y varios de ellos, de hecho, aparecieron de manera
muy significativa, los primeros a su lado en el balcón de San Pedro la noche de
su elección. CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados
en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación
Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio
honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX,
Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de Número y
Director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG.
Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos
escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le
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