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Moisés Sánchez Ramírez *

Moisés Sánchez Ramírez
Martes 28 de octubre de 2014

La violencia es un fenómeno que históricamente se ha relacionado con hechos lamentables, llenos de odio y rencor, de sangre y horror, de complicidades gubernamentales, de desprecio y vacíos de poder. Explicar su etiología por características individuales de origen biológico o psicológico reduce su esencia, además de la versión siempre oficial, del discurso vacío de la autoridad rebasada. Los factores que han provocado una mayor inseguridad pública en gobiernos locales se puede atribuir a los cambios que presentan los distintos grupos sociales y que no han sido totalmente asimilados en la gestión pública en sus distintos niveles, tal es el caso en los municipios más violentos del país: Naucalpan, Cuautitlán Izcalli, Ecatepec, Tlalnepantla, Cuautitlán y Nezahualcóyotl y los menos violentos Coacalco y Tultitlán, pero sí con una sistemática violencia que va en aumento con delitos altamente peligrosos pero más aún dolorosos como el feminicidio y secuestro, narcomenudeo, robo de vehículo con la incapacidad de resolverlos del gobierno local, todos pertenecientes al Estado de México. 

Tales cambios de violencia se asocian a los siguientes aspectos que si bien hoy las autoridades no atienden, aquí se exponen por su importancia: Expresiones delictivas de los adolescentes y jóvenes;  percepciones favorables de la sociedad hacia la delincuencia; violencia extrema de adolescentes y jóvenes; influencias delictivas de los grupos sociales mediante medios de comunicación masiva y limitadas motivaciones artísticas, culturales y deportivas. Pero sin duda existen los factores determinantes, las condiciones de desempleo, hacinamiento, desnutrición y el deterioro de la familia, producto de la desigualdad y de la pobreza que ya ha alcanzado a la entidad y a muchos municipios, propician en gran medida un ambiente para el desarrollo de conductas agresivas, así como el mantenimiento de condiciones asimétricas como respuesta al ejercicio de la violencia. Es alarmante entonces, también conocer que el Índice de Desarrollo Humano, el que mide las condiciones en las que vivimos los habitantes nos muestran cifras que hoy nos preocupan. En suma, la administración pública local hoy carece de un rumbo definido para poder resolver de fondo los problemas estructurales y sobre todo los más urgentes. 

Dentro de la violencia hay factores desencadenantes que merecen una especial atención entre los medios masivos de información, y la impunidad. Los primeros, sirven como modelo para reproducir la violencia (la cual puede difundirse subliminalmente a través de la Radio, Prensa y TV). El segundo, es la forma más clara de caducidad de los mecanismos de procesamiento de conflictos, lo cual conduce al desinterés por parte de las autoridades, organismos encargados de aplicar la justicia y otras instituciones encargadas de velar por la seguridad de la población. Los más propensos para sufrir los efectos de la violencia es la población de entre los 15 a 25 años de edad; sin embargo, en los últimos cinco años en el municipio de Ecatepec de Morelos viene incrementándose en forma alarmante otra población que oscila entre los 12 a 15 años de edad, lo cual significa que el adolescente es el principal actor, en cuanto a agentes de la violencia y victimas de ella. 

En el año 2006, al concluir la administración de Eruviel Ávila Villegas (2003-2006), Ecatepec de Morelos era catalogado como el primer lugar con más delitos en el área. Al término de la administración (2006-2009) ocupaba el lugar 11 dentro de la región, que incluía 17 municipios. La violencia se vuelve una forma de ver el mundo como un ambiente problemático; que inhibe la libertad personal; que amenaza y obliga a la persona a reducirse al espacio privado que le brinda seguridad y protección, a someternos al horror sistemático. Esta conducta se transforma a su vez en una forma de reaccionar, pues ante cualquier situación considerada como amenaza, se reacciona visceralmente, sin reflexión, reforzando prejuicios sobre las personas y sobre los hechos y justificando acciones discriminatorias. La violencia crea un clima socio-cultural que relativiza la función de las normas para regular la convivencia social. Esto sucede sobre todo entre los jóvenes que, cuando son reclutados por organizaciones criminales, no reconocen más ley que la que les da el poder: por ser hombres, por tener dinero y capacidad de consumo. El acceso inmediato y rápido a los bienes de consumo coloca a estos jóvenes en un acelerado ritmo de ascensión social y, ante un horizonte corto de vida, los acelerados cambios culturales generados por la globalización, por el sistema que nos consume, violentan la relación intergeneracional, pues los jóvenes ven con menosprecio el entorno familiar y social aunado a la ineficiencia e inoperancia de las autoridades en los tres ámbitos de gobierno.

Moisés Sánchez Ramírez. Estudiante de la Maestría en Ciencias en Administración Pública, con Especialidad en Administración Pública y los Nuevos Escenarios a Nivel Internacional. Sección de Estudios de Posgrado e Investigación. Escuela Superior de Comercio y Administración, Unidad Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional.

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